El fenómeno parece repetirse, y disculpen la caricatura,
pero si no es imposible decir algo:Las clases medias, y medias altas desencantandas de
“Occidente” buscando las sabidurías de “Oriente” (budismo tibetano, hinduismo,
etc) y las sabidurías paganas. Eso que el antropólogo Eduardo Luna da en llamar el
“Revival de lo arcaico”: por ejemplo los chamanismos sean éstos andinos, amazónicos, o siberianos.
Si, el fenómeno parece repetirse (sea Siberia, la India, el Tíbet, o el amazonas) puede verse un patrón de fondo.
No hay nada malo en esta búsqueda, son necesidades legítimas,
y emergen de una época por algo, y más allá de las banalidades del supermercado
espiritual, tengo una simpatía por los buscadores y buscadoras, entre los que
por supuesto me incluyo.
Pero una mirada antropológica de esta búsqueda espiritual
colectiva, requiere que ésta sea problematizada. La comprensión que aporta la
antropología es el descentramiento de uno mismo para poder apreciar el mundo del otro de forma menos simplista, controlando el etnocentrismo (mi mundo es el único válido) y el epistemocentrismo ( mi saber es el único verdadero ).
Así el antropólogo (en mi caso con el objeto de ampliar las posibilidades de encontrar nuevos registros que enriquezcan la experiencia humana - Ver nota al pie 1-) va afinando su mirada de las heterogeneidades de estas búsquedas espirituales ( de las que participa) y de las particularidades de los encuentros que se dan entre las culturas involucradas en las mismas. Pues en definitiva ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de espiritualidad o de transpersonalidad?
Por supuesto que no son las mismas búsquedas las de los "occidentales" y la de los "otros de tradición espiritual atractiva". Por ejemplo como dice un amigo, un chamán shuar toma ayahuasca para clavarle un dardo mágico a su enemigo, o quizás para propiciar una buena caza, un norteamericano de clase media, para encontrarle sentido a su vida, re-encantar su mundo, o sanar la relación con su padre, por dar algunos ejemplos.
Así el antropólogo (en mi caso con el objeto de ampliar las posibilidades de encontrar nuevos registros que enriquezcan la experiencia humana - Ver nota al pie 1-) va afinando su mirada de las heterogeneidades de estas búsquedas espirituales ( de las que participa) y de las particularidades de los encuentros que se dan entre las culturas involucradas en las mismas. Pues en definitiva ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de espiritualidad o de transpersonalidad?
Por supuesto que no son las mismas búsquedas las de los "occidentales" y la de los "otros de tradición espiritual atractiva". Por ejemplo como dice un amigo, un chamán shuar toma ayahuasca para clavarle un dardo mágico a su enemigo, o quizás para propiciar una buena caza, un norteamericano de clase media, para encontrarle sentido a su vida, re-encantar su mundo, o sanar la relación con su padre, por dar algunos ejemplos.
¿Qué pasa cuando estos dos grupos se encuentran? Pues no son lo mismo. Decir que
en el fondo todos los caminos suben la misma montaña pero de diferente manera,
es lo que Ferrer llama universalismo Naif.
Sigamos entonces problematizando la relación entre espirtualidad y cultura (s).
En esta ocasión voy a hablar de chamanes, y de chamanes siberianos.
Hace un par de meses, fui a la presentación de la muestra
etnográfica del Museo de arte precolombino traída desde el Museo etnográfico de
San Petersburgo (una joyita, la exposición estará hasta noviembre de este año:
2016).
En la presentación a la que asistimos unas pocas almas,
estaba la mismísima directora del “Museo etnográfico de San Petersburgo”. Algo
extraordinario para Uruguay. Hablaba ruso y la traductora hacía lo que podía.
Se trata de una señora muy regia, muy arreglada, pero en un
estilo que parecía de otra época, tipo los años 50, una rareza. Era muy loco
ver a esta señora muy aseñorada, hablando con una soltura muy fresca, de
chamanismo siberiano, y el acceso de éstos a otras realidades parelelas a
nuestra realidad ordinaria.
Los chamanes siberianos fueron los primeros en ser
descubiertos por “Occidente” (no voy a problematizar acá el uso del término Occidente porque es demasiado para este artículo, dejenlo pasar y chau), y nuestra académica rusa se refería al
contacto que tuvieron los primeros etnógrafos rusos con ellos a fines del siglo
XIX, y comienzos del siglo XX. Eran chamanes en el contexto de comunidades
siberianas en una situación socio-cultural muy particular, y muy diferente a la nuestra. De eso mismo trata
la muestra de los materiales y fotos recolectados por esos pioneros, en el
encuentro con esos pueblos, y que pueden ir a apreciar al museo.
Al final de su exposición, la rusa, hizo una mención a la
situación actual. Y otra vez el mismo fenómeno que con los neo-hinduismos,
neo-budismos, neo-chamanismos amazónicos, etc.
El chamán siberiano es ahora neo-chamán en un contexto de
contacto con esos otros “occidentales” buscando espiritualidad.
Allí vamos tod@s en búsqueda de ese saber ancestral. El fenómeno también se
estaba dando en Siberia. ¡En Siberia!
Y al final de la conferencia, nuestra erudita rusa comenta que en el norte remoto de Siberia, donde hace mucho frío, pero mucho frío, y poca gente
llega, ahí ¡Ahí! Existen aún chamanes a la vieja usanza, esos que estaban para
satisfacer las necesidades de los pueblos siberianos menos contactados y no traspasados por un
neo-chamanismo moderno.
¿En el norte remoto están los auténticos chamanes? ¿Y los
demás son neo-chamanes pret a porter para “occidentales” buscando un revival de
lo arcaico, hartos de la aridez, la mecanicidad, y el desencantamiento del
mundo moderno?
Hasta hace un tiempo yo hubiera
pensado de esta manera, hay una división entre el chamán puro y el chamán no
auténtico, entre el neo-chamán a lo Harner, a lo Castaneda, y el auténtico
chamán, ese que se encuentra del otro lado del último cerro, adentro del valle,
del otro lado del mundo, y cuyo valor, reside para nosotr@s en esa
autenticidad, de lo no contaminado por la "New Age".
Hoy, gracias a conversaciones con
algunos amig@s antropólogos, me doy
cuenta de que es mucho más complejo que eso, y mucho más rico, y recién empiezo a vislumbrar el potencial que tiene este tema.
No es cuestión de negar el saber de pueblos que tienen miles
de años desarrollando técnicas y conocimientos en ciertos contextos culturales y sociales. Si uno se acerca con sobriedad, y poniendo bajo control nuestras "idealizaciones románticas", ha de encontrar cosas muy interesantes en su sabiduría.
Tampoco es cuestión de negar, y
descalificar las necesidades de las clases privilegiadas desencantadas de “Occidente”
que buscando respuestas a sus preguntas y necesidades en un mundo que no los
satisface van en busca del “otro ancestral”, del “otro oriental” etc.
Por supuesto que hay un
supermercado espiritual, y está lleno de banalizaciones, pero me parece de una
soberbia violenta, y de una miopía epistémica, juzgar a estos buscadores que son uno de los emergentes de nuestra época, y que algo están queriendo decir sobre el mundo en el que vivimos.
Donde quiero poner el foco es en
el “entre”, en el puente que se crea entre estos dos mundos que se encuentran
(en realidad es mucho más heterogéneo que eso, pero para simplificar,
generalicemos un rato y pongamos a un montón de gente distinta en esas dos
bolsas, disculpas) el de los buscadores “occidentales” y el de los distintos pueblos
que tiene una tradición religiosa o espiritual que cautivó en los últimos 150 años a “occidentales” (sea budismo tibetano, zen japonés, chamanismo en cualquiera de sus geografías, etc, etc, etc).
Estudiar el “entre”, el encuentro
entre dos grupos, los “europeos” y “los budistas tibetanos por ejemplo es de
un potencial heurístico enorme, de una riqueza de posibilidades de descubrimiento muy
prometedora.
En ese sentido, un amigo
antropólogo que estudió el neo-chamanismo amazónico, me decía, hasta donde pude
entenderlo, que no existe la línea que divide al chamán del neo-chamán, ambos
son una construcción de ese encuentro, de ese “entre” en el que los “occidentales”
en nuestra sed de saber nos acercamos a los “chamanes” o a los “hindúes” por
ejemplo, creándolos, construyéndolos, colonizándolos, en el encuentro, pero siendo a la
vez colonizados, creados por ellos, y por su saber que va permeando nuestras estructuras,
cambiando con su conocimiento nuestras identidades y nuestras formas de ver el
mundo.
Nos vamos construyendo los unos a los otros. Por supuesto que en tal encuentro hay
desigualdad, poder, conflicto, heterogeneidad, historicidad, hegemonía, y una complejidad inmensa. No ver eso es ver sólo la mitad del jarrón. Pero ver sólo eso es ver sólo la otra mitad, no teniendo en cuenta de que pueden existir otras formas de colonialismo que nos constriñen, además del de la subalternidad, dígase: el colonialismo empírico de la certeza.
Lo que se propone aquí es mirar de forma crítica y abierta a la vez el “entre”, el encuentro de dos culturas, en el que está pasando algo interesante.
Queda aquí sólo la pregunta, ¿qué pasa en ese encuentro? ¿Qué potencial tiene investigarlo?
Nota al pie 1: En una entrevista con un anciano maestro sufi, el mismo me decía, que la antropología tenía un límite, que no iba poder acceder a los espacios de comprensión profunda de la conciencia a los que se llegaba con la práctica sufí. No pude más que estar de acuerdo: no es el objeto de la antropología llevarnos a la experiencia del conocimiento sufi (por más que eso pueda ocurrir en el proceso del antropólogo, éste no lo va a poder transmitir) sino como dijimos, ampliar el registro del discurso, y de la experiencia humana. Abrirnos a otras formas de saber, para que nos enriquezcamos tod@s. Toda tradición espiritual tiene un límite también, el de su propio marco. Algunas tradiciones espirituales son muy ricas en algunas cosas, pero muy pobres en otras. Por ejemplo imaginen una tradición que tiene un conocimiento profundo de lo trascendente pero niega al cuerpo, privándose del placer, de la sabiduría del mismo, y de otra forma de vivir la espiritualidad, a través de lo somático. La antropología puede establecer las cabeceras de puente para que haya un enriquecimiento mutuo entre las prácticas y los distintos saberes, llevándonos a lo que Ferrer llama algo así como una fertilización cruzada entre prácticas y saberes transpersonales.
Lo que se propone aquí es mirar de forma crítica y abierta a la vez el “entre”, el encuentro de dos culturas, en el que está pasando algo interesante.
Queda aquí sólo la pregunta, ¿qué pasa en ese encuentro? ¿Qué potencial tiene investigarlo?
Nota al pie 1: En una entrevista con un anciano maestro sufi, el mismo me decía, que la antropología tenía un límite, que no iba poder acceder a los espacios de comprensión profunda de la conciencia a los que se llegaba con la práctica sufí. No pude más que estar de acuerdo: no es el objeto de la antropología llevarnos a la experiencia del conocimiento sufi (por más que eso pueda ocurrir en el proceso del antropólogo, éste no lo va a poder transmitir) sino como dijimos, ampliar el registro del discurso, y de la experiencia humana. Abrirnos a otras formas de saber, para que nos enriquezcamos tod@s. Toda tradición espiritual tiene un límite también, el de su propio marco. Algunas tradiciones espirituales son muy ricas en algunas cosas, pero muy pobres en otras. Por ejemplo imaginen una tradición que tiene un conocimiento profundo de lo trascendente pero niega al cuerpo, privándose del placer, de la sabiduría del mismo, y de otra forma de vivir la espiritualidad, a través de lo somático. La antropología puede establecer las cabeceras de puente para que haya un enriquecimiento mutuo entre las prácticas y los distintos saberes, llevándonos a lo que Ferrer llama algo así como una fertilización cruzada entre prácticas y saberes transpersonales.
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