martes, 1 de mayo de 2018

Cartas a otros buscadores


Escribo estas líneas, para compartir con todo aquel que sienta dentro de sí, cierto anhelo de no estar separado del resto de las cosas. Puede presentarse con una sensación vaga quizás, permanente o intermitente, intensa o suavecita, siempre presente, o incluso olvidada  en el fondo del saco, de la cartera, como un “puede ser” que algo de eso se haya sentido, en algún lugar, en algún momento.

Quizás observando el mar, contemplando las montañas,  la naturaleza, o en un momento cualquiera, en la calle, en la casa, o escuchando cierta música, uno siente un anhelo de expansión. Algo se empieza a sentir, y uno no sabe bien qué es, ni de dónde viene. Quizás tan imperceptible como el ruido del océano desde la distancia. Y dan ganas de quedarse en silencio escuchando.

Lo llaman “la unidad”,  “el recuerdo del paraíso perdido”,  pero es bien sabido por los buscadores,  que toda palabra no es más que torpeza a la hora de expresar esa sensación, ese anhelo. Quizás un haiku, quizás poesía.

Muchos como yo, aún sienten vergüenza al hablar en público de eso, muchas veces por razones muy válidas. Y cuando hablan, sienten que es ridículo lo que se está haciendo, innecesario, eligiendo  así siempre el silencio, el resguardo de lo privado, el tranquilo placer del perfil bajo.

Pero entonces porqué escribir este texto. Bueno  no se trata de mera necesidad de expresar. ¿Entonces qué?  Simplemente me hice una pregunta.

Imaginemos que estamos subiendo una montaña, algunos en silencio, algunos en grupo, algunos con gurú, otros con alergia a los gurúes, pero todos tratando de encontrar eso que buscan, esa sensación en el pecho, de formar parte de algo más grande que sí mismos. La gotita que se da cuenta que también es océano.

Imaginen que uno de los que sube esa montaña, teniendo en cuenta, que hay muchas otras personas subiendo la montaña, se dice qué pasaría si les escribo una carta, un review al estilo Trip advisor a los otros viajeros, contándoles mis experiencias, mis decepciones, mis esperanzas, mis conclusiones. Todo impermanente, notas en el camino a otros buscadores, que pueden ir dejando a la vez sus notas. Qué aprendí, dónde la pase bien, dónde la pase mal, y qué recomiendo tener en cuenta para quien viaje por aquel camino, por algunos senderos por los que estuve transitando.

Qué pasaría si un montañista, después de pasar mucho tiempo en las montañas, dijera, che tengan cuidado cuando vayan por la ladera norte a tal altura, pues se van a encontrar con una muralla muy difícil de escalar. A no ser que sean del tipo al que le gustan las murallas, vayan por la cara sur, sobre todo en invierno que hay mucho viento. 

Y qué pasaría si otros montañistas se animaran a contar también sus experiencias. Bien, considero que se necesitan algunas reglas para un foro de esta clase. La primera es que no se aceptan gurúes, sino que  para mantener el espíritu de horizontalidad: la comunicación ha de ser de viajero a viajero. Lo segundo es que cada viajero, tenga claro que no se dan consejos sino que se cuentan experiencias. Lo que se dice puede sonar como un  consejo, dado que es un estilo de escritura, pero no hay que olvidar que no son más que recomendaciones, opiniones,  porque de última, todos somos distintos y cada uno tiene que hacer su experiencia.

Y por último, que haya un espíritu de camaradería entre viajeros. 
Sé de comunidades que tienen ese espíritu. Por ejemplo los que navegan por mucho tiempo los mares del mundo en velero, se terminan conociendo, y apoyando.

Con ese espíritu, envío mi carta a otros viajeros, por si para alguno o alguna  de ellos llega a ser de  utilidad. Es un gesto simple pero abierto de alpinista a alpinista.
En este espíritu pluralista, dejo abierto un foro  para que otros viajeros dejen sus experiencias o comentarios del tipo que sea, si quiere. Se puede escribir abajo lo que se quiera en comentarios.

Bien cada semana pondré un ítem diferente, hoy será el cuerpo, ahí va. Es innecesario decir  que no hace falta estar de acuerdo.

El cuerpo

Independientemente de cual sea el camino transpersonal que hayas elegido, no te olvides del cuerpo. Es muy común separar lo espiritual de lo corporal, pero cuando aprendes a incorporar el cuerpo, como una parte importante de tu desarrollo, contarás con su sabiduría.

El tema del cuerpo y el espíritu, es particularmente complejo- He dedicado gran parte de mi trabajo a abordarlo y me falta mucho aún por comprender. Pero de todas formas cuando aprendemos a escuchar  al cuerpo, todo es para mejor.

 Ahora bien qué significa escuchar e incorporar al cuerpo. Muchas cosas. Comentemos la más simple. Las sensaciones se sienten en el cuerpo, un camino transpersonal requiere aprender a sentirse, y se siente en el cuerpo.

Trabajar con el cuerpo implica también aprender a moverse, cuando trabajamos los hábitos por los cuales nos movemos, y la manera en que nos sostenemos contra la gravedad, cuando vamos transitando de un “soporte con tensión”, a un “soporte sin tensión”  puede empezar a cambiar la forma en que nos relacionamos con el mundo.

Preparar el cuerpo para el camino espiritual, dejando  que nos acompañe, es abrirse desde adentro al misterio. Desde la intención del buscador, el cuerpo se vuelve también el camino, no una cosa olvidada en los bosques del apuro. 

Es lo más común encontrar religiones y caminos  que no le dan importancia al cuerpo, en la búsqueda que prosiguen. De hecho es la norma. Se habla del cuerpo como el vehículo, el lugar del pecado que hay que controlar, o eso que hay que olvidar, dejar atrás para dar lugar al espíritu.

Pero quiénes somos nosotros, y qué es el cuerpo, son preguntas que flotan en la atmósfera de las búsquedas de nuestro tiempo, y creo que es una oportunidad que así sea. Creo que son preguntas que hay que considerar,  abriéndonos a  nociones de cuerpo diferente a las predominantes.

El cuerpo como casa del ser, el cuerpo como ser, el cuerpo como existencia, algunas posibilidades a desarrollar, algunas direcciones a considerar para la búsqueda.  Pero de todas maneras, creo que  incluir al cuerpo en la búsqueda no hace más que enriquecerla.

domingo, 15 de abril de 2018

Sentarse a meditar

Estimadas/os, con el afán de motivar la sentada de los alumnos/as de SomatoSofía, pues  es de las cosas que más cuesta, escribo estas líneas. Espero que a alguna/o de ustedes le sea útil. 
Para aprender  a cocinar hay que cocinar. Para aprender a meditar hay que meditar. Se requiere un poco de disciplina, y a veces un montón.
 No se sientan mal si tienen resistencia a sentarse, pues no están solas/os, es lo más común.
Hay días que me da pereza meditar, y hay días que lo ansío con todas mis ganas.
Pero sea como sea,  sentarme me conecta con lo que es importante para mí. Y me sintoniza con eso para lo que queda del día.
Nada muy místico, no agrandemos las palabras, es sencillo. Hay mucho ruido adentro mío, y ese ruido no sólo me gobierna, sino que muchas veces ni siquiera me doy cuenta que está.
¿Cómo voy a querer sentarme a meditar con tanto ruido adentro? A quien se le ocurre tal cosa.
Una cosa que ha ido creciendo con la práctica, es que sea que haya entrado a meditar con resistencia o con anhelo, cada vez  salgo más   agradecido  de haberme dado el tiempo para meditar.
Y eso que durante la meditación a veces todo es muy lindo y a veces terrible. Pero después, el ruido que hay adentro, está identificado, reconocido.
Y emerge lo que De Torrijos llama la mente silenciosa, entre las aguas turbulentas de la mente bulliciosa. Y va revelándose lo que es importante para uno,  y lo que está más cerca del corazón.  
Comentar estas cosas implica el riesgo de generar expectativa, de que  nos sentemos a meditar a buscar eso, lo que es contraproducente. Y además  palabras abstractas  como silencio, pueden ser un poco irritantes porque no es algo que se pueda experimentar en forma voluntaria, y entonces suena raro. Puede sonar a ciencia ficción.
Opté por correr tales riesgos, con el propósito de motivar la sentada en todo/as nosotros/as.  
Entonces, qué hacer. Bueno, para empezar, simplemente sentarse a meditar, y experimentar la sentada, así como viene nomás, descalza.
Como salga está bien.  Y después si hay dudas, se pregunta,  y así se van aclarando las cosas.
Nada nuevo che, hay que practicar.
Eduardo

domingo, 17 de septiembre de 2017

Entre dos culturas. Entre ciencia y espiritualidad













El jueves de la semana pasada salí a cenar con un amigo que no veía hace tiempo. Un académico de las ciencias humanas “mainstream”,  bien instalado y cómodo en el ámbito académico.

Nos pusimos al día. Él estaba desarrollando teoría dentro de su disciplina. Teoría que “logra explicar”, me decía, y que no cae en lo descriptivo, ni en el “saravasa”.

Cuando me tocó el turno de contar en lo que estaba trabajando en la academia, se quedó un poco extrañado.

Le dije “estoy haciendo etnografía  en grupos para los que lo más significativo, no se puede constatar empíricamente, ni expresar en forma racional. Grupos como el budismo zen, y los practicantes de yoga.".

Mi amigo,  se mostró escéptico acerca de la posibilidad de estudiar aquello que no es teorizable, dado que la antropología es una ciencia racional (al menos en su matriz original). Y cómo iba a resolver ese problema. Nos pasamos toda la noche entre cervezas, anécdotas, y un ida y vuelta sobre este problema, en el que yo le explicaba cómo estaba desarrollando mi trabajo, y cómo pensaba sortear los obstáculos que se me presentaban.

“Te das cuenta que estás afuera del "Maisntream" de las ciencias sociales. Se trabaja con bloques de teoría que dialogan en forma coherente entre ellas.”, me decía mi amigo

“Por supuesto” le decía yo. “Reconozco la marginalidad de mi posición. Pero acaso no te das cuenta de que sin cuestionar el valor de la explicación, lo que estoy planteando una descentralización del racionalismo académico canónico. Lo que estoy planteándome es del orden de la teoría del conocimiento.  Es una cuestión de epistemología, o más bien de decolonización epistemológica. En suma estamos (pues hay varios académicos trabajando en esta línea) buscando abrir alguna puerta a otras formas de conocer, sin perder el rigor de la academia.”.

Y así continuamos toda la noche en un encuentro estimulante.

Pasó el viernes, y el sábado de la misma semana, estaba en una conversación en un contexto de trabajo espiritual,  hablando con los participantes de lo bien que le hace a uno estar en contacto con la naturaleza, y lo importante que era para el bienestar espiritual y físico de uno, salir de Montevideo.

En ese momento comenté que existía una disciplina que se llamaba Eco-psicología que se dedicaba a estudiar cómo la naturaleza interactuaba con el ser humano, desde una perspectiva psicológica y espiritual.

Acto seguido, uno de los participantes, comenta su insatisfacción con que se le ponga etiquetas a todo. A algo tan simple como estar en la naturaleza y lo bien que hace, se le ponía un nombre. 

Yo me quedé callado. Y después pensé, y que hay de malo con poner nombres a las cosas. Acaso Wittgenstein no dijo que no hay nada afuera del lenguaje (y que seductor para los que estudiamos espiritualidad  que es cuestionar eso). 

Pero más simple aún: acaso la ciencia no precisa de ponerle nombres a las cosas para hacer lo que se esfuerza por hacer: conocer  y entender mejor el mundo.

No conozco en profundidad los desarrollos de la llamada Eco-psicología,  pero sé que ha desarrollado cosas interesantes en relación al vínculo entre la naturaleza, el hombre, y su espiritualidad. Sé que es una disciplina que tiene años de desarrollo, y de producción de conocimiento, y que cómo disciplina científica que es, necesita ponerle nombres a las cosas para proceder.

Y aquí voy al punto central de este texto, si nos ponemos a pensar a partir de mi dos experiencias, sólo pasaron algo más de veinticuatro horas entre una y la otra, pero la distancia entre las cosmovisiones subyacentes a ambos encuentros, es tan abismal como la que hay entre dos polos lejanos, opuestos, y no precisamente complementarios.

El jueves de noche tuve que esforzarme por mostrar la solidez de mis argumentos, frente a un digno representante de la academia más dura. Cuál era el cuestionamiento: la dificultad de aprehender el objeto de estudio. 

El sábado de mañana, me encontré, una vez más de tantas en mi vida, con lo opuesto:comentarios que expresaban desdén, hacia la clasificación racional del mundo, y al acto inevitable de poner etiquetas a la experiencia.

He aquí un choque entre dos culturas, la academia, con su canon empírico racional,   y su ausencia de apertura a lo no racional, y el mundo de los caminos espirituales con su repudio a lo racional, y a la clasificación del mundo.

Nada nuevo para mí, vivir entre esas dos culturas, justo en la brecha de su mutua incomprensión, y falta de predisposición para tener un encuentro. Su mutua indiferencia epistémica. 

“Entre dos culturas”, ese era el nombre del texto de Snow que llegó a mis manos cuando empecé a estudiar antropología. Snow, un científico de las ciencias duras, así como de las humanas a la vez, narraba sus experiencias y reflexiones sobre el vivir en la mutua incomprensión de ambas comunidades científicas. 

Los científicos duros que miraban a los científicos humanos como volátiles, o peor aún, como no científicos. Y estos últimos que miraban a los primeros como rígidos.

No sabía entonces que ese iba a ser mi destino, vivir entre dos culturas, entre los representantes de las ciencias humanas, y los de los caminos espirituales.

No sabía que al igual que Snow, iba a vivir esa brecha de incomprensión, sufriendo y gozando a la vez del desafío de mostrar caminos para que, sin que ambas comunidades pierdan identidad, ni renuncien a sus principios epistemológicos y metafísicos, puedan aportarse la una a la otra, en un proceso de encuentro de saberes. 

Caminos de encuentro en los que pueda surgir una tercera cosa. En el que las ciencias humanas puedan encontrar maneras diferentes de pensar, y conocer sin renunciar a su rigor.  Y las espiritualidades, puedan, sin renunciar a sus aspiraciones místicas, ordenar su experiencia de una manera más nutritiva, y encontrar claridad (con un mapa más contextualizado de las vivencias) para preparar a su gente para el camino, brindando experiencias más seguras, y adecuadas al tipo de persona, y a la época en la que se está viviendo.

En suma, desarrollar una espiritualidad con menos ruido, y confusión, en un momento que,  dada la inédita eclosión de espiritualidades,  no vendría mal problematizar y  poner un poco de contexto a las prácticas.



viernes, 4 de agosto de 2017

La relación cuerpo espíritu. Una mirada antroplógica

El sábado 12 de agosto de 10 a 13 daré una Charla Taller con entrada libre, en BSagarra (Solano García 2481) sobre la relación cuerpo espíritu. Un abordaje somático.
Se basará en la charla que di en el Congreso internacional de Mindfulness de San Pablo.
Contenidos de la charla taller
Se planteará primero una deconstrucción del conocimiento empírico racional científico, planteando que éste se trata de un saber valioso, pero de un saber más entre otros saberes.
Se propondrá la relevancia e importancia que tiene en nuestra época un encuentro de saberes entre la ciencia, la espiritualidad y lo somático, con el objetivo de ampliar el rango de la experiencia humana.
Se presentará la somática como saber singular, y el valor que tiene para abordar la relación entre cuerpo y mente, el propiciar un diálogo inclusivo entre fenomenología francesa (Merleau Ponty y otros), filosofía japonesa (Yuasa y otros), antropología del cuerpo (Citro y otros), somática (Don Hanlon Johnson y otros) y las neurociencias.
Se planteará finalmente, uno de los esquemas posibles para abordar el trabajo con la relación entre cuerpo y mente, y con una espiritualidad corporalizada (Embodied Spiritutality). Se trata de un esquema que emerge desde la práctica misma para orientarla.
Modalidad de trabajo de la Charla Taller
Con la idea de experimentar la integración entre el cuerpo y la mente, y de relacionar el conocimiento teórico con el práctico, se trabajará en un formato diferente a la clase académica convencional (de tres horas sentados en un banco, pensando y escribiendo).
En cambio, se experimentará intercalando los momentos de reflexión, con los momentos de práctica, buscando una experiencia corporalizada del pensar (más encarnada en el cuerpo), y en simultáneo una corporalidad reflexiva (más orientada a darle un sentido a la vivencia), interpelándonos así en nuestra disociación entre pensar y sentir, entre cabeza y corazón.
En suma, seguimos atravesando los laberintos de la sobremodernidad: el dualismo entre cuerpo y mente y entre teoría y práctica, entre tantos otros.
Los espero (Puntualidad altamente valorada)
Eduardo Gómez Haedo
Co-fundador del Proyecto Somatosofía
Maestrando de Antropología FHCE-UdelaR (especializado en religión y cuerpo)
Profesor de Pilates ( BSagarra Pilates – Polestar Education)
Instructor de Gyrokinesis (Gyroyonic Head quarters)
Instructor Mindfulness ( REBAP – De Torrijos)

martes, 30 de agosto de 2016

¿Los auténticos chamanes son los del remoto norte?




El fenómeno parece repetirse, y disculpen la caricatura, pero si no es imposible decir algo:Las clases medias, y medias altas desencantandas de “Occidente” buscando las sabidurías de “Oriente” (budismo tibetano, hinduismo, etc) y las sabidurías paganas. Eso que el antropólogo Eduardo Luna da en llamar el “Revival de lo arcaico”: por ejemplo los chamanismos sean éstos andinos, amazónicos, o siberianos.

Si, el fenómeno parece repetirse (sea Siberia, la India, el Tíbet, o el amazonas) puede verse un patrón de fondo.

No hay nada malo en esta búsqueda, son necesidades legítimas, y emergen de una época por algo, y más allá de las banalidades del supermercado espiritual, tengo una simpatía por los buscadores y buscadoras, entre los que por supuesto me incluyo.

Pero una mirada antropológica de esta búsqueda espiritual colectiva, requiere que ésta sea problematizada. La comprensión que aporta la antropología es el descentramiento de uno mismo para poder apreciar el mundo del otro de forma menos simplista, controlando el etnocentrismo (mi mundo es el único válido) y el epistemocentrismo ( mi saber es el único verdadero ).
Así el antropólogo (en mi caso con el objeto de ampliar las posibilidades de encontrar nuevos registros que enriquezcan la experiencia humana - Ver nota al pie 1-)  va afinando su mirada de las heterogeneidades de estas búsquedas espirituales ( de las que participa)  y de las particularidades de los encuentros que se dan entre las culturas involucradas en las mismas. Pues en definitiva ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de espiritualidad o de transpersonalidad?

Por supuesto que no son las mismas búsquedas las de los "occidentales" y la de los "otros de tradición espiritual atractiva". Por ejemplo como dice un amigo, un chamán shuar toma ayahuasca para clavarle un dardo mágico a su enemigo, o quizás para propiciar una buena caza, un norteamericano de clase media, para encontrarle sentido a su vida, re-encantar su mundo, o sanar la relación con su padre, por dar algunos ejemplos.

¿Qué pasa cuando estos dos grupos se encuentran? Pues no son lo mismo. Decir que en el fondo todos los caminos suben la misma montaña pero de diferente manera, es lo que Ferrer llama universalismo Naif.

Sigamos entonces problematizando la relación entre espirtualidad y cultura (s).
En esta ocasión voy a hablar de chamanes, y de chamanes siberianos.

Hace un par de meses, fui a la presentación de la muestra etnográfica del Museo de arte precolombino traída desde el Museo etnográfico de San Petersburgo (una joyita, la exposición estará hasta noviembre de este año: 2016).

En la presentación a la que asistimos unas pocas almas, estaba la mismísima directora del “Museo etnográfico de San Petersburgo”. Algo extraordinario para Uruguay. Hablaba ruso y la traductora hacía lo que podía.

Se trata de una señora muy regia, muy arreglada, pero en un estilo que parecía de otra época, tipo los años 50, una rareza. Era muy loco ver a esta señora muy aseñorada, hablando con una soltura muy fresca, de chamanismo siberiano, y el acceso de éstos a otras realidades parelelas a nuestra realidad ordinaria. 

Los chamanes siberianos fueron los primeros en ser descubiertos por “Occidente” (no voy a problematizar acá el uso del término Occidente porque es demasiado para este artículo, dejenlo pasar y chau), y nuestra académica rusa se refería al contacto que tuvieron los primeros etnógrafos rusos con ellos a fines del siglo XIX, y comienzos del siglo XX. Eran chamanes en el contexto de comunidades siberianas en una situación socio-cultural muy particular, y  muy diferente a la nuestra. De eso mismo trata la muestra de los materiales y fotos recolectados por esos pioneros, en el encuentro con esos pueblos, y que pueden ir a apreciar al museo.

Al final de su exposición, la rusa, hizo una mención a la situación actual. Y otra vez el mismo fenómeno que con los neo-hinduismos, neo-budismos, neo-chamanismos amazónicos, etc.

El chamán siberiano es ahora neo-chamán en un contexto de contacto con esos otros “occidentales” buscando espiritualidad. Allí vamos tod@s en búsqueda de ese saber ancestral. El fenómeno también se estaba dando en Siberia. ¡En Siberia!

Y al final de la conferencia, nuestra erudita rusa comenta que en el norte remoto de Siberia, donde hace mucho frío, pero mucho frío, y poca gente llega, ahí ¡Ahí! Existen aún chamanes a la vieja usanza, esos que estaban para satisfacer las necesidades de los pueblos siberianos menos contactados y no traspasados por un neo-chamanismo moderno.

¿En el norte remoto están los auténticos chamanes? ¿Y los demás son neo-chamanes pret a porter para “occidentales” buscando un revival de lo arcaico, hartos de la aridez, la mecanicidad, y el desencantamiento del mundo moderno?

Hasta hace un tiempo yo hubiera pensado de esta manera, hay una división entre el chamán puro y el chamán no auténtico, entre el neo-chamán a lo Harner, a lo Castaneda, y el auténtico chamán, ese que se encuentra del otro lado del último cerro, adentro del valle, del otro lado del mundo, y cuyo valor, reside para nosotr@s en esa autenticidad, de lo no contaminado por la "New Age".

Hoy, gracias a conversaciones con algunos amig@s  antropólogos, me doy cuenta de que es mucho más complejo que eso, y mucho más rico, y recién empiezo a vislumbrar el potencial que tiene este tema.

No es cuestión  de negar el saber de pueblos que tienen miles de años desarrollando técnicas y conocimientos en ciertos contextos culturales y sociales. Si uno se acerca con sobriedad, y poniendo bajo control nuestras "idealizaciones románticas", ha de encontrar cosas muy interesantes en su sabiduría.

Tampoco es cuestión de negar, y descalificar las necesidades de las clases privilegiadas desencantadas de “Occidente” que buscando respuestas a sus preguntas y necesidades en un mundo que no los satisface van en busca del “otro ancestral”, del “otro oriental” etc.


Por supuesto que hay un supermercado espiritual, y está lleno de banalizaciones, pero me parece de una soberbia violenta, y de una miopía epistémica, juzgar a estos buscadores que son uno de los emergentes de nuestra época, y que algo están queriendo decir sobre el mundo en el que vivimos.

Donde quiero poner el foco es en el “entre”, en el puente que se crea entre estos dos mundos que se encuentran (en realidad es mucho más heterogéneo que eso, pero para simplificar, generalicemos un rato y pongamos a un montón de gente distinta en esas dos bolsas, disculpas) el de los buscadores “occidentales” y el de los distintos pueblos que tiene una tradición religiosa o espiritual que cautivó  en los últimos 150 años a “occidentales” (sea budismo tibetano, zen japonés, chamanismo en cualquiera de sus geografías, etc, etc, etc).

Estudiar el “entre”, el encuentro entre dos grupos, los “europeos” y “los budistas tibetanos por ejemplo es de un potencial heurístico enorme, de una riqueza de posibilidades de descubrimiento muy prometedora.


En ese sentido, un amigo antropólogo que estudió el neo-chamanismo amazónico, me decía, hasta donde pude entenderlo, que no existe la línea que divide al chamán del neo-chamán, ambos son una construcción de ese encuentro, de ese “entre” en el que los “occidentales” en nuestra sed de saber nos acercamos a los “chamanes” o a los “hindúes” por ejemplo, creándolos, construyéndolos, colonizándolos, en el encuentro, pero siendo a la vez colonizados, creados por ellos, y por su saber que va permeando nuestras estructuras, cambiando con su conocimiento nuestras identidades y nuestras formas de ver el mundo. 

Nos vamos construyendo los unos a los otros. Por supuesto que en tal encuentro hay desigualdad, poder, conflicto, heterogeneidad, historicidad, hegemonía, y una complejidad inmensa. No ver eso es ver sólo la mitad del jarrón. Pero ver sólo eso es ver sólo la otra mitad, no teniendo en cuenta de que pueden existir otras formas de colonialismo que nos constriñen, además del de la subalternidad, dígase: el colonialismo empírico de la certeza.

Lo que se propone aquí  es mirar de forma crítica y abierta a la vez el  “entre”,  el encuentro de dos culturas, en el que está pasando algo interesante.

Queda aquí sólo la pregunta, ¿qué pasa en ese encuentro? ¿Qué potencial tiene investigarlo?

Nota al pie 1: En una entrevista con un anciano maestro sufi, el mismo me decía, que la antropología tenía un límite, que no iba poder acceder a los espacios de comprensión profunda de la conciencia a los que se llegaba con la práctica sufí. No pude más que estar de acuerdo: no es el objeto de la antropología llevarnos a la experiencia del conocimiento sufi (por más que eso pueda ocurrir en el proceso del antropólogo, éste no lo va a poder transmitir) sino como dijimos, ampliar el registro del discurso, y de la experiencia humana. Abrirnos a otras formas de saber, para que nos enriquezcamos tod@s. Toda tradición espiritual tiene un límite también, el de su propio marco. Algunas tradiciones espirituales son muy ricas en algunas cosas, pero muy pobres en otras. Por ejemplo imaginen una tradición que tiene un conocimiento profundo de lo trascendente pero niega al cuerpo, privándose del placer, de la sabiduría del mismo, y de otra forma de vivir la espiritualidad, a través de lo somático.  La antropología puede establecer las cabeceras de puente para que haya un enriquecimiento mutuo entre las prácticas y los distintos saberes, llevándonos a lo que Ferrer llama algo así como una fertilización cruzada entre prácticas y saberes transpersonales. 

sábado, 5 de marzo de 2016

Elogio de las crisis de otredad


Imagen: El pionero Evans-Shultes, en el amazonas estudiando con un chamán las plantas enteogénicas

A principio del siglo XX, el etnógrafo alemán Theodor Koch-Grünberg,  (retratado en la película “El abrazo de la serpiente”)  - después de 4 años en el amazonas, alejado de su mujer y de sus hijos, y enfermo, en una época en la que viajar era sólo para viajeros - conoce a un indígena en lo profundo de la selva y prosiguen un viaje juntos, en una relación tensa, y compleja. Ya agotado Theodor Koch-Grünberg, vive conmocionado la crisis que es este encuentro con este Otro,  el indígena, que de forma diferente también está en crisis.

 No sé si Koch-Grünberg pudo llegar a integrarse y aprender de qué trataba ese encuentro con el Otro. Sé que murió en la selva de malaria, pero en otra expedición.

Por su parte, el indígena  (al menos en la película), varias décadas depués, se encuentra con otro científico muy similar a Koch-Grünberg, al punto que parecía  Koch-Grünberg ( se trata de Evans Schultes,  uno de los padres de la etno-botánica), y considera que  Koch-Grünberg volvió a él ( este tipo de creencia es propio del mundo indígena). Pero esta vez, el indígena estaba listo, la crisis que décadas atrás sacudió su mundo, en el encuentro con el primer científico, estaba procesada e integrada en él, y lo ayudó en su viaje a darse cuenta quién era él, qué debía hacer y cuál era su rol en el encuentro con este Otro. Su misión era enseñarle a este hombre blanco,  a soñar (en el sentido de acceder a un mundo de ensoñaciones paralelo a la realidad ordinaria (que ciertos grupos amazónicos consideran más real que ésta) para que pueda sanar y salvarse. Supongo que ya con su gente, su tribu extinguida, creería que  así este etnógrafo mostraría en el mundo de los blancos el valor del conocimiento de estos pueblos, que fue, en definitiva  lo que hizo Evans-Schultes.

Los antropólogos, al menos los que hacen etnografía, tienen su metodología y sus técnicas “científicas” y son sin dudas los científicos que más revisan sus métodos, sus abordajes a su objeto de estudio, y sus construcciones metafísicas.

Pero entre todo ese bagaje  con el que la antropología cuenta y va dejando como legado a las ciencias humanas y a la humanidad, hay una herramienta en particular, que es de especial valor: la crisis de otredad (alteridad u otredad: dícese de todo aquello que es otro).

 "El viento cambia de dirección, las cosas cambian, y la alteridad siempre termina por corroer y desmoronar las más sólidas murallas de la identidad” (Viveiros de Castro, Metafísicas Caníbales, p. 27).

Una  anciana turca decía: “Quieres realmente matar algo, enciérralo en un círculo cerrado y no lo dejes salir” (En conferencia Tedx, dada por la nieta de la anciana).
Ponlo en un círculo cerrado, y no lo dejes salir. Siempre las mismas ideas, las mismas personas, las mismas formas de sentir y de vivir este asunto de estar vivos, o de estar muertos. Las mismas cosmovisiones, ethos y epistemes. Cómo  es posible que ese algo no muera, no pierda su vitalidad, su capacidad de enriquecerse, de  aprender y de acceder a una espiral de enriquecimiento del sentido, del estar y del ser en el mundo.

Los antropólogos y los que vamos camino a serlo, vamos a decirlo, somos un poco exagerados quizás en este punto. Vamos a extremos que no todo el mundo tiene porque ir. Es nuestra vía, es nuestra forma. Solemos  amar la diversidad, la libertad, y las crisis que produce la alteridad. Estos son valores comunes ( sin ánimo de generalizar) de los antropólogos. Así como una preocupación constante, y una tristeza confiesa con el progreso que homogeniza el mundo y va matando no sólo la atmósfera terrestre, sino lo que Wade Davis llama la etnósfera humana del planeta, que sufre una amenaza más grave aún que la ecológica, poniendo en riesgo los saberes de los distintos pueblos, para resolver y abordar diferentes problemas humanos.

De todas maneras, de lo que quiero hablar aquí es del valor de la crisis que se produce en el encuentro con el Otro. Puede ser otro próximo, en mi caso un uruguayo de mi estrato social, ya puede producir rupturas. No es necesario viajar a la India, esta posibilidad está abierta a todo el mundo, sólo tienen que saber que existe para poder practicarla en forma deliberada.

Pero obviamente hay niveles, grados de crisis de otredad, al punto que lo cuantitativo ya es tanto que se vuelve un cambio de estado, un cambio cualitativo. Ya es tanta la diferencia que es otro tipo de crisis de identidad. Un ejemplo de esto es que un uruguayo  estando en Londres, puede hacer asociaciones entre la gente de su país y los ingleses, pero en India se le va a complicar.

Cuando entrás en contacto con Otro, y sucede el encuentro, estás frente a una posible crisis de otredad. El otro, es más otro cuanto más conmociona tu mundo, y cuando tu mundo entra en crisis, cuando entra el desconcierto, todo tu mundo comienza a revolverse, tu brújula empieza a enloquecer, el norte ya no es el norte, y  en el momento no lo podés asimilar.

Esto puede ocurrir de millones de maneras, y en general es muy difícil entender qué está pasando en el momento.  Se suele sentir una conmoción, sea leve o insoportable ¿qué está pasando aquí?  Pensé que eramos amigos, y mirá lo que hace (estás en contacto con un indio que tiene otra concepción de lo que es la amistad).

Y esto no se da a un nivel meramente intelectual, no se trata de un intercambio de ideas, no, conmueve tu ser entero, hay un sacudón, puede ser dulce, puede ser amargo, pero tu estructura vital ha de ser sacudida por el encuentro.

Para los antropólogos, el manejo de estas crisis es una de las herramientas de producción de conocimiento más valiosas y lo llamamos reflexividad, y nos formamos para manejarlas y darles uso.

 Pero aquí lo que más me interesa transmitir es lo que sucede a nivel personal, y las transformaciones y la forma que una vez que se integra la crisis (cuando se llega a un nuevo equilibrio, siempre precario ) tu mundo se vuelve más real, más vasto, más pleno.

Vengo de un viaje a la India de casi dos meses, un peregrinaje por los centros neurálgicos de cuatro de las religiones más importantes del norte de la India: Hinduismo, budismo, sikkismo, y sufismo. No fue un viaje cómodo, en absoluto. El encuentro con los indios en millones de sentidos conmocionó mi mundo. Llegué a mi país de origen hace una semana, pero aún no llegué. Está sólo mi cuerpo, y recién empiezo a sentir el calorcito de mi espíritu que se va apersonando lentamente (disculpen el dualismo).

En la medida que mi ser va aterrizando, de a poco, empiezo a sentir que mis crisis de  otredad de la India, empiezan a cuadrarse, a integrarse, a brindar su don. Y con satisfacción vislumbro que van a cambiar y hacer madurar mi mundo personal por completo, y mi búsqueda e investigación de la espiritualidad y del cuerpo hacia una riqueza mayor.

Allí en India, me sentí como el etnógrafo  Koch-Grünberg, en contacto con el Otro radical, peleándome con él, increpándolo, siendo increpado por él, amándolo, y odiándolo.

Aquí, en la comodidad de mi hogar, las piezas empiezan a bajar, y a ponerse en orden, y la escritura tiene que ver mucho con eso. Un nuevo orden va surgiendo, el círculo se abrió, y se va llenando de color.

Mi vínculo y mi visión  sobre la religión, el mundo interior, y el exterior, sobre lo material y lo espiritual, sobre la felicidad, y la satisfacción, están madurando, y claro no de la forma que imaginaba.

 Entre tantas cosas también se transformó mi imagen sobre las ilusiones, los miedos y las necesidades del oeste,  del este, y del sur. Sobre el mundo, sus peligros, sus miserias, y sus pueblos. Sobre mis raíces, y la forma de vincularme  con ellas, y  por sobre todo, sobre mi lugar en el mundo y por ende mi futuro.

Es que aún no lo sé. La integración de la crisis de un encuentro con el Otro tan intensa, recién está empezando a operar, dando sólo algún indicio de comienzo. Estaré atento a los cambios y a las señales. Siento frente a mis ojos, mis oídos, mi piel, un caleidoscopio de dulces giros que va integrando una nueva imagen, mucho más plena, más madura en felicidad,  libertad, poder y quizás amor, de la que había antes. Y siento la firmeza de poder usar palabras tan grandes sin miedo, sin ningún problema, porque simplemente es así. Pero también voy tomando mayor conciencia de mis debilidades, temores y miserias.

Theodor Koch-Grünberg murió en la selva, no es extraño que los antropólogos mueran en el campo. A veces exageran un poco, quizás, no lo sé.  No puedo hablar por el viaje de Theodor Koch-Grünberg, quién soy yo para eso.  Confieso que admiro su entrega para conocer otros mundos, y escribir y contar la historia de otros pueblos, esa pulsión por integrar a su voz las voces de otros pueblos, de comprender y dar sentido al mundo que lo rodea.

Y lo que sufre más es el estómago. Imaginen, tomar el agua, y comer la comida de esos “otros”, con un estómago que en muchos casos no está preparado.

Sólo cerrar en este elogio de la crisis de la otredad, diciendo que me parece importante también al volver del mundo del otro, que el trauma pueda ser integrado. Occidente ha creado herramientas fantásticas para eso ( por poner  ejemplos aislados, el trabajo de métodos como Emdr, focusing y experiencia somática). No es necesario sufrir, innecesariamente.

Pero en general se integra sólo, pues cómo dice una psiquiatra amiga, el cerebro humano se adapta al trauma de una manera increíble, y lo que queda es sólo la riqueza, la marca en el alma que la vuelve más plena.

¿Y vos que podés hacer con esto? No tengo intenciones de dar consejos a nadie, ni dar cátedra de cómo vivir la vida. Los discursos  de tapa de yogúr de los gurúes de Rishikesh (capital mundial del guruísmo )  me producen un tipo particular de náusea.

Y no quiero hacer de la antropología un método de auto-ayuda, pero si puede aportar algo, bienvenido, me gusta lo que es útil.

Sólo te digo que las crisis de los antropólogos pueden ser tuyas, de hecho ya son tuyas, aunque claro en un grado mucho más tranqui. Pueden ser una hermosa herramienta para enriquecer tu vida.

De hecho están ocurriendo al encontrarte con otro, te guste o no. Pero si sabés que este fenómeno existe, las crisis de otredad, y empezás a usarlas de forma deliberada, podrás ampliar el espacio de tu mundo, abriendo tu círculo.

domingo, 3 de mayo de 2015

La integración postural como camino de vuelta a casa




Aclaraciones previas: "Los conceptos no pueden asir las cosas, son resbaladizas.   Queremos hablar de la unión mente cuerpo para dar a entender la integración, y en el acto mismo de representar, ya la estamos dividiendo, reduciendo ¿Pero qué vamos a hacer? Estas palabras son un intento de expresar lo inexpresable en palabras, el trabajo desde la “Unidad Psique-Cuerpo”, que es una sola cosa hasta el momento en que le queremos poner palabras. 

Una de las posibles rutas del trabajo psique-corporal es el trabajo sobre la postura. Consideremos postura como un estado corporal, emocional, mental y social dinámico, que puede estar en un equilibrio más o menos adecuado al desarrollo del potencial de ser uno mismo de una persona.

Partiendo de la base de que la separación entre lo mental, emocional, corporal, y incluso social, es una construcción de occidente, producto de un desarrollo cultural y histórico, expresado y sistematizado con el “pienso y luego existo” de Descartes (1), podemos abrirnos con más comodidad a la idea de pensar el trabajo sobre lo postural como un trabajo sobre toda la persona. Es por esto que planteamos el concepto  de “Unidad Psique-cuerpo” entendiéndolo como un sistema total en el que no hay separación entre lo que damos en llamar mente, cuerpo y emoción, sin poder dejar por fuera de esto lo social.

Planteo entonces un proceso de transformación de la persona desde el trabajo sobre la postura, en el que el practicante va habilitando al "cuerpo" a un volver al diseño postural más orgánico posible para su situación de vida. Esto va a tener un impacto lento pero profundo sobre su capacidad de disfrutar, de pararse frente al mundo en forma abierta pero asertiva, de adecuarse a las cambiantes situaciones vitales de la forma más adecuada, de darse cuenta de qué es lo importante para él o ella, en definitiva de estar más en paz, de ser más feliz, más sano y de poder desarrollar un sentido de vida más profundo para sí.

¿Cómo se realiza este trabajo? La primera dimensión es la más obvia y conocida. Es la dimensión del trabajo musculo-esquelético-visceral. No me extenderé en esto pues ya hay mucho escrito al respecto. Sólo decir que se trata de una dimensión del trabajo necesaria, pero incompleta (2).


Otra esfera es el trabajo sobre los patrones profundos de hábito del practicante. Este trabajo presenta algunas particularidades. En primer lugar, y hasta cierto punto, los patrones más profundos de la persona, lo que llamaremos  "Patrones de base", son difíciles de cambiar, pues constituyen la identidad más básica de la persona, y desde la cual lee e interactúa con el mundo. Pueden si conocerse y aprender a vivir mejor con ellos, darles opciones y espacios más adecuados a una vida satisfactoria, y finalmente usarlos como materia prima para una transformación más profunda que va más allá del trabajo con lo egoico. Pero que nadie se asuste, en general esto sucede después de mucho tiempo de trabajo, cuando la persona está preparada.

En lo que respecta a los cambios sobre los patrones de hábito postural profundos que se pueden cambiar más fácilmente, hasta cierto punto tales cambios no pueden darse sin una ayuda externa que permita encontrar una alternativa al patrón, pues no se puede cambiar un patrón desde adentro del patrón( esto es en principio, pues se están investigando algunas posibilidades de que se pueda avanzar en esto sin tanta ayuda). Es ahí donde entra la figura del facilitador, y la relevancia de los aparatos de pilates no como máquinas para hacer ejercicio, sino como máquinas para pensar patrones de hábito.

En cuanto a la metodología, menciono por arriba la particularidad de la misma. Primero se desactiva, y después se propone. Años de trabajo me han llevado hasta aquí. Si queremos ayudar a que una persona cambie, precisamos que su patrón de tono se desactive, porque sino va a estar haciendo lo único que sabe hacer: su patrón de hábito y cuanto más se esfuerza, más  fuerte se expresará el mismo, y ya no habrá nada que hacer.

Ahora bien, la desactivación es corpo-emocional, (recordemos la "Unidad Psique-Cuerpo",  la asociación entre lo mental y lo corporal) se trata de una des-activación global del estado emocional, corporal, mental, y hasta social (si  no se siente cómoda no ocurre) de la persona, de forma tal que sus patrones de activación puedan relajarse sin llegar a colapsar. 

Es ahí, y recién ahí que el facilitador puede proponer un nuevo patrón postural más armónico, integrado, y sano, que con el correr del tiempo, en un proceso de repeticiones, de recableado cerebral, configurando nuevas sinapsis cerebrales, se va a instalar en la persona.

Otro aspecto a considerar es el emocional. Somos seres emocionales, y la emoción desde este punto de vista es "cuerpo", es una configuración total del cuerpo. Las emociones no se manifiestan en un espacio etéreo, sino en el cuerpo. Lo importante es que son un aspecto central del sistema mente-cuerpo-emoción-sociedad (que es separado aquí por cuestiones de análisis) y han de ser tenidas en cuenta a la hora de trabajar con el alumno/paciente.

Sumando a esto, al trabajar lo emocional desde un encare corporal, puede ser muy valioso darle un encuadre de afinamiento postural, pues le va a dar una referencia clara a la persona, un encuadre. Por ejemplo,  al momento de soltar el diafragma, con las sensaciones y emociones que esto  puede despertar, el soporte sin tensión creado por la referencia postural representa un anclaje claro que vuelve más seguro y más potente tal trabajo corpo-emocional.

Considerando a la persona como una totalidad, esta forma de trabajo accede a esa totalidad desde la “Unidad Psique-Cuerpo”, habilitando transformaciones en todas las áreas de la vida de la persona. Esto sucede con toda disciplina que encara al ser desde un ángulo , afectando a todos los demás, o mejor expresado, afectando al sistema como un todo.

Este proceso lleva tiempo, pero tiene un valor inmenso, pues va a transformar a la persona entera hacia una vida más plena, sana, e integrada.






[1] Hablar del proceso por el cual se separa mente y cuerpo en occidente es muy complejo y no es la idea de este trabajo. Sólo decir que Descartes fue el que dio las bases metafísicas para que esa separación pueda tener el éxito que tuvo, pero se trata de un proceso que venía de antes, y que presenta un sinnúmero de posibilidades de análisis. Para un análisis académico inicial de la separación de la mente y el cuerpo en Descartes ver “El punto muerto cartesiano en la obra de Baruch Spinoza” en https://www.academia.edu/3187758/El_punto_muerto_cartesiano_en_la_obra_de_Baruch_Spinoza

[2] El trabajo musculo-esquelético-visceral es también un trabajo sobre la estructura de carácter de la persona. Es valioso encarar al mismo en función de dicha estructura, pues adquiere otro poder y relieve. Hay personas que precisan una estructura más fuerte para la vida y otros una más flexible. Esto en conjunción al trabajo postural puede traer resultados muy satisfactorios, siempre y cuando el facilitador esté formado y tenga la experiencia necesaria para aportar desde aquí.