Imagen: El pionero Evans-Shultes, en el amazonas estudiando con un chamán las plantas enteogénicas
A principio del siglo XX, el etnógrafo alemán Theodor
Koch-Grünberg, (retratado en la película
“El abrazo de la serpiente”) - después
de 4 años en el amazonas, alejado de su mujer y de sus hijos, y enfermo, en una
época en la que viajar era sólo para viajeros - conoce a un indígena en lo profundo
de la selva y prosiguen un viaje juntos, en una relación tensa, y compleja. Ya
agotado Theodor Koch-Grünberg, vive conmocionado la crisis que es este
encuentro con este Otro, el indígena,
que de forma diferente también está en crisis.
No sé si Koch-Grünberg
pudo llegar a integrarse y aprender de qué trataba ese encuentro con el Otro. Sé
que murió en la selva de malaria, pero en otra expedición.
Por su parte, el indígena (al menos en la película), varias décadas depués, se
encuentra con otro científico muy similar a Koch-Grünberg, al punto que parecía Koch-Grünberg ( se trata de Evans Schultes, uno de los padres de la etno-botánica), y
considera que Koch-Grünberg volvió a él ( este tipo de creencia es propio del mundo indígena).
Pero esta vez, el indígena estaba listo, la crisis que décadas atrás sacudió su mundo, en el encuentro con el primer científico, estaba procesada e
integrada en él, y lo ayudó en su viaje a darse cuenta quién era él, qué debía hacer y
cuál era su rol en el encuentro con este Otro. Su misión era enseñarle a este
hombre blanco, a soñar (en el sentido de acceder a un mundo de ensoñaciones
paralelo a la realidad ordinaria (que ciertos grupos amazónicos consideran más real que
ésta) para que pueda sanar y salvarse. Supongo que ya con su gente, su tribu extinguida, creería que así este etnógrafo mostraría en el mundo de los blancos el valor del conocimiento de estos pueblos, que fue, en definitiva lo que hizo Evans-Schultes.
Los antropólogos, al menos los que hacen etnografía, tienen
su metodología y sus técnicas “científicas” y son sin dudas los científicos que
más revisan sus métodos, sus abordajes a su objeto de estudio, y sus
construcciones metafísicas.
Pero entre todo ese bagaje con el que la antropología cuenta y va dejando
como legado a las ciencias humanas y a la humanidad, hay una herramienta en
particular, que es de especial valor: la crisis de otredad (alteridad u
otredad: dícese de todo aquello que es otro).
"El viento cambia de dirección,
las cosas cambian, y la alteridad siempre termina por corroer y desmoronar las
más sólidas murallas de la identidad” (Viveiros de Castro, Metafísicas
Caníbales, p. 27).
Una anciana turca
decía: “Quieres realmente matar algo, enciérralo en un círculo cerrado y no lo dejes
salir” (En conferencia Tedx, dada por la nieta de la anciana).
Ponlo en un círculo cerrado, y no lo dejes salir. Siempre
las mismas ideas, las mismas personas, las mismas formas de sentir y de vivir este
asunto de estar vivos, o de estar muertos. Las mismas cosmovisiones, ethos y
epistemes. Cómo es posible que ese algo
no muera, no pierda su vitalidad, su capacidad de enriquecerse, de aprender y de acceder a una espiral de
enriquecimiento del sentido, del estar y del ser en el mundo.
Los antropólogos y los que vamos camino a serlo, vamos a decirlo, somos un poco exagerados
quizás en este punto. Vamos a extremos que no todo el mundo tiene porque ir. Es
nuestra vía, es nuestra forma. Solemos amar
la diversidad, la libertad, y las crisis que produce la alteridad. Estos son
valores comunes ( sin ánimo de generalizar) de los antropólogos. Así como una
preocupación constante, y una tristeza confiesa con el progreso que homogeniza
el mundo y va matando no sólo la atmósfera terrestre, sino lo que Wade Davis
llama la etnósfera humana del planeta, que sufre una amenaza más grave aún que
la ecológica, poniendo en riesgo los saberes de los distintos pueblos, para
resolver y abordar diferentes problemas humanos.
De todas maneras, de lo que quiero hablar aquí es del valor
de la crisis que se produce en el encuentro con el Otro. Puede
ser otro próximo, en mi caso un uruguayo de mi estrato social, ya puede
producir rupturas. No es necesario viajar a la India, esta posibilidad está
abierta a todo el mundo, sólo tienen que saber que existe para poder
practicarla en forma deliberada.
Pero obviamente hay niveles, grados de crisis de otredad, al
punto que lo cuantitativo ya es tanto que se vuelve un cambio de estado, un
cambio cualitativo. Ya es tanta la diferencia que es otro tipo de crisis de
identidad. Un ejemplo de esto es que un uruguayo estando en Londres, puede hacer asociaciones
entre la gente de su país y los ingleses, pero en India se le va a complicar.
Cuando entrás en contacto con Otro, y sucede el encuentro,
estás frente a una posible crisis de otredad. El otro, es más otro cuanto más
conmociona tu mundo, y cuando tu mundo entra en crisis, cuando entra el
desconcierto, todo tu mundo comienza a revolverse, tu brújula empieza a
enloquecer, el norte ya no es el norte, y
en el momento no lo podés asimilar.
Esto puede ocurrir de millones de maneras, y en general es
muy difícil entender qué está pasando en el momento. Se suele sentir una conmoción, sea leve o
insoportable ¿qué está pasando aquí? Pensé
que eramos amigos, y mirá lo que hace (estás en contacto con un indio que tiene
otra concepción de lo que es la amistad).
Y esto no se da a un
nivel meramente intelectual, no se trata de un intercambio de ideas, no,
conmueve tu ser entero, hay un sacudón, puede ser dulce, puede ser amargo, pero
tu estructura vital ha de ser sacudida por el encuentro.
Para los antropólogos, el manejo de estas crisis es una de las
herramientas de producción de conocimiento más valiosas y lo llamamos
reflexividad, y nos formamos para manejarlas y darles uso.
Pero aquí lo que más
me interesa transmitir es lo que sucede a nivel personal, y las transformaciones y la
forma que una vez que se integra la crisis (cuando se llega a un nuevo equilibrio,
siempre precario ) tu mundo se vuelve más real, más vasto, más pleno.
Vengo de un viaje a la India de casi dos meses, un
peregrinaje por los centros neurálgicos de cuatro de las religiones más
importantes del norte de la India: Hinduismo, budismo, sikkismo, y sufismo. No
fue un viaje cómodo, en absoluto. El encuentro con los indios en millones de
sentidos conmocionó mi mundo. Llegué a mi país de origen hace una semana, pero
aún no llegué. Está sólo mi cuerpo, y recién empiezo a sentir el calorcito de mi
espíritu que se va apersonando lentamente (disculpen el dualismo).
En la medida que mi ser va aterrizando, de a poco, empiezo a
sentir que mis crisis de otredad de
la India, empiezan a cuadrarse, a integrarse, a brindar su don. Y con
satisfacción vislumbro que van a cambiar y hacer madurar mi mundo personal por
completo, y mi búsqueda e investigación de la espiritualidad y del cuerpo hacia
una riqueza mayor.
Allí en India, me sentí como el etnógrafo Koch-Grünberg, en contacto con el Otro
radical, peleándome con él, increpándolo, siendo increpado por él, amándolo, y odiándolo.
Aquí, en la comodidad de mi hogar, las piezas empiezan a bajar, y a ponerse en orden, y la
escritura tiene que ver mucho con eso. Un nuevo orden va surgiendo, el círculo
se abrió, y se va llenando de color.
Mi vínculo y mi visión
sobre la religión, el mundo interior, y el exterior, sobre lo material y
lo espiritual, sobre la felicidad, y la satisfacción, están madurando, y claro
no de la forma que imaginaba.
Entre tantas cosas también se transformó mi imagen sobre las ilusiones,
los miedos y las necesidades del oeste,
del este, y del sur. Sobre el mundo, sus peligros, sus miserias, y sus pueblos. Sobre mis raíces, y la forma de vincularme con ellas, y por sobre todo, sobre mi lugar en el mundo y por ende mi futuro.
Es que aún no lo sé. La integración de la crisis de un
encuentro con el Otro tan intensa, recién está empezando a operar, dando sólo
algún indicio de comienzo. Estaré atento a los cambios y a las señales. Siento
frente a mis ojos, mis oídos, mi piel, un caleidoscopio de dulces giros que va
integrando una nueva imagen, mucho más plena, más madura en felicidad, libertad, poder y quizás amor, de la que había
antes. Y siento la firmeza de poder usar palabras tan grandes sin miedo, sin
ningún problema, porque simplemente es así. Pero también voy tomando mayor conciencia de mis debilidades, temores y miserias.
Theodor Koch-Grünberg murió en la selva, no es extraño que
los antropólogos mueran en el campo. A veces exageran un poco, quizás, no lo
sé. No puedo hablar por el viaje de Theodor
Koch-Grünberg, quién soy yo para eso. Confieso que admiro su entrega para conocer
otros mundos, y escribir y contar la historia de otros pueblos, esa pulsión por
integrar a su voz las voces de otros pueblos, de comprender y dar sentido al
mundo que lo rodea.
Y lo que sufre más es el estómago. Imaginen, tomar el agua,
y comer la comida de esos “otros”, con un estómago que en muchos casos no está
preparado.
Sólo cerrar en este elogio de la crisis de la otredad,
diciendo que me parece importante también al volver del mundo del otro, que el
trauma pueda ser integrado. Occidente ha creado herramientas fantásticas para
eso ( por poner ejemplos aislados, el
trabajo de métodos como Emdr, focusing y experiencia somática). No es necesario
sufrir, innecesariamente.
Pero en general se integra sólo, pues cómo dice una
psiquiatra amiga, el cerebro humano se adapta al trauma de una manera
increíble, y lo que queda es sólo la riqueza, la marca en el alma que la vuelve
más plena.
¿Y vos que podés hacer con esto? No tengo intenciones de dar
consejos a nadie, ni dar cátedra de cómo vivir la vida. Los discursos de tapa de yogúr de los gurúes de Rishikesh
(capital mundial del guruísmo ) me
producen un tipo particular de náusea.
Y no quiero hacer de la antropología
un método de auto-ayuda, pero si puede aportar algo,
bienvenido, me gusta lo que es útil.
Sólo te digo que las crisis de los antropólogos pueden ser
tuyas, de hecho ya son tuyas, aunque claro en un grado mucho más tranqui. Pueden ser una hermosa herramienta
para enriquecer tu vida.
De hecho están ocurriendo al encontrarte con otro, te guste o
no. Pero si sabés que este fenómeno existe, las crisis de otredad, y empezás a usarlas de forma deliberada, podrás ampliar el espacio de tu mundo, abriendo tu círculo.
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