martes, 30 de agosto de 2016

¿Los auténticos chamanes son los del remoto norte?




El fenómeno parece repetirse, y disculpen la caricatura, pero si no es imposible decir algo:Las clases medias, y medias altas desencantandas de “Occidente” buscando las sabidurías de “Oriente” (budismo tibetano, hinduismo, etc) y las sabidurías paganas. Eso que el antropólogo Eduardo Luna da en llamar el “Revival de lo arcaico”: por ejemplo los chamanismos sean éstos andinos, amazónicos, o siberianos.

Si, el fenómeno parece repetirse (sea Siberia, la India, el Tíbet, o el amazonas) puede verse un patrón de fondo.

No hay nada malo en esta búsqueda, son necesidades legítimas, y emergen de una época por algo, y más allá de las banalidades del supermercado espiritual, tengo una simpatía por los buscadores y buscadoras, entre los que por supuesto me incluyo.

Pero una mirada antropológica de esta búsqueda espiritual colectiva, requiere que ésta sea problematizada. La comprensión que aporta la antropología es el descentramiento de uno mismo para poder apreciar el mundo del otro de forma menos simplista, controlando el etnocentrismo (mi mundo es el único válido) y el epistemocentrismo ( mi saber es el único verdadero ).
Así el antropólogo (en mi caso con el objeto de ampliar las posibilidades de encontrar nuevos registros que enriquezcan la experiencia humana - Ver nota al pie 1-)  va afinando su mirada de las heterogeneidades de estas búsquedas espirituales ( de las que participa)  y de las particularidades de los encuentros que se dan entre las culturas involucradas en las mismas. Pues en definitiva ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de espiritualidad o de transpersonalidad?

Por supuesto que no son las mismas búsquedas las de los "occidentales" y la de los "otros de tradición espiritual atractiva". Por ejemplo como dice un amigo, un chamán shuar toma ayahuasca para clavarle un dardo mágico a su enemigo, o quizás para propiciar una buena caza, un norteamericano de clase media, para encontrarle sentido a su vida, re-encantar su mundo, o sanar la relación con su padre, por dar algunos ejemplos.

¿Qué pasa cuando estos dos grupos se encuentran? Pues no son lo mismo. Decir que en el fondo todos los caminos suben la misma montaña pero de diferente manera, es lo que Ferrer llama universalismo Naif.

Sigamos entonces problematizando la relación entre espirtualidad y cultura (s).
En esta ocasión voy a hablar de chamanes, y de chamanes siberianos.

Hace un par de meses, fui a la presentación de la muestra etnográfica del Museo de arte precolombino traída desde el Museo etnográfico de San Petersburgo (una joyita, la exposición estará hasta noviembre de este año: 2016).

En la presentación a la que asistimos unas pocas almas, estaba la mismísima directora del “Museo etnográfico de San Petersburgo”. Algo extraordinario para Uruguay. Hablaba ruso y la traductora hacía lo que podía.

Se trata de una señora muy regia, muy arreglada, pero en un estilo que parecía de otra época, tipo los años 50, una rareza. Era muy loco ver a esta señora muy aseñorada, hablando con una soltura muy fresca, de chamanismo siberiano, y el acceso de éstos a otras realidades parelelas a nuestra realidad ordinaria. 

Los chamanes siberianos fueron los primeros en ser descubiertos por “Occidente” (no voy a problematizar acá el uso del término Occidente porque es demasiado para este artículo, dejenlo pasar y chau), y nuestra académica rusa se refería al contacto que tuvieron los primeros etnógrafos rusos con ellos a fines del siglo XIX, y comienzos del siglo XX. Eran chamanes en el contexto de comunidades siberianas en una situación socio-cultural muy particular, y  muy diferente a la nuestra. De eso mismo trata la muestra de los materiales y fotos recolectados por esos pioneros, en el encuentro con esos pueblos, y que pueden ir a apreciar al museo.

Al final de su exposición, la rusa, hizo una mención a la situación actual. Y otra vez el mismo fenómeno que con los neo-hinduismos, neo-budismos, neo-chamanismos amazónicos, etc.

El chamán siberiano es ahora neo-chamán en un contexto de contacto con esos otros “occidentales” buscando espiritualidad. Allí vamos tod@s en búsqueda de ese saber ancestral. El fenómeno también se estaba dando en Siberia. ¡En Siberia!

Y al final de la conferencia, nuestra erudita rusa comenta que en el norte remoto de Siberia, donde hace mucho frío, pero mucho frío, y poca gente llega, ahí ¡Ahí! Existen aún chamanes a la vieja usanza, esos que estaban para satisfacer las necesidades de los pueblos siberianos menos contactados y no traspasados por un neo-chamanismo moderno.

¿En el norte remoto están los auténticos chamanes? ¿Y los demás son neo-chamanes pret a porter para “occidentales” buscando un revival de lo arcaico, hartos de la aridez, la mecanicidad, y el desencantamiento del mundo moderno?

Hasta hace un tiempo yo hubiera pensado de esta manera, hay una división entre el chamán puro y el chamán no auténtico, entre el neo-chamán a lo Harner, a lo Castaneda, y el auténtico chamán, ese que se encuentra del otro lado del último cerro, adentro del valle, del otro lado del mundo, y cuyo valor, reside para nosotr@s en esa autenticidad, de lo no contaminado por la "New Age".

Hoy, gracias a conversaciones con algunos amig@s  antropólogos, me doy cuenta de que es mucho más complejo que eso, y mucho más rico, y recién empiezo a vislumbrar el potencial que tiene este tema.

No es cuestión  de negar el saber de pueblos que tienen miles de años desarrollando técnicas y conocimientos en ciertos contextos culturales y sociales. Si uno se acerca con sobriedad, y poniendo bajo control nuestras "idealizaciones románticas", ha de encontrar cosas muy interesantes en su sabiduría.

Tampoco es cuestión de negar, y descalificar las necesidades de las clases privilegiadas desencantadas de “Occidente” que buscando respuestas a sus preguntas y necesidades en un mundo que no los satisface van en busca del “otro ancestral”, del “otro oriental” etc.


Por supuesto que hay un supermercado espiritual, y está lleno de banalizaciones, pero me parece de una soberbia violenta, y de una miopía epistémica, juzgar a estos buscadores que son uno de los emergentes de nuestra época, y que algo están queriendo decir sobre el mundo en el que vivimos.

Donde quiero poner el foco es en el “entre”, en el puente que se crea entre estos dos mundos que se encuentran (en realidad es mucho más heterogéneo que eso, pero para simplificar, generalicemos un rato y pongamos a un montón de gente distinta en esas dos bolsas, disculpas) el de los buscadores “occidentales” y el de los distintos pueblos que tiene una tradición religiosa o espiritual que cautivó  en los últimos 150 años a “occidentales” (sea budismo tibetano, zen japonés, chamanismo en cualquiera de sus geografías, etc, etc, etc).

Estudiar el “entre”, el encuentro entre dos grupos, los “europeos” y “los budistas tibetanos por ejemplo es de un potencial heurístico enorme, de una riqueza de posibilidades de descubrimiento muy prometedora.


En ese sentido, un amigo antropólogo que estudió el neo-chamanismo amazónico, me decía, hasta donde pude entenderlo, que no existe la línea que divide al chamán del neo-chamán, ambos son una construcción de ese encuentro, de ese “entre” en el que los “occidentales” en nuestra sed de saber nos acercamos a los “chamanes” o a los “hindúes” por ejemplo, creándolos, construyéndolos, colonizándolos, en el encuentro, pero siendo a la vez colonizados, creados por ellos, y por su saber que va permeando nuestras estructuras, cambiando con su conocimiento nuestras identidades y nuestras formas de ver el mundo. 

Nos vamos construyendo los unos a los otros. Por supuesto que en tal encuentro hay desigualdad, poder, conflicto, heterogeneidad, historicidad, hegemonía, y una complejidad inmensa. No ver eso es ver sólo la mitad del jarrón. Pero ver sólo eso es ver sólo la otra mitad, no teniendo en cuenta de que pueden existir otras formas de colonialismo que nos constriñen, además del de la subalternidad, dígase: el colonialismo empírico de la certeza.

Lo que se propone aquí  es mirar de forma crítica y abierta a la vez el  “entre”,  el encuentro de dos culturas, en el que está pasando algo interesante.

Queda aquí sólo la pregunta, ¿qué pasa en ese encuentro? ¿Qué potencial tiene investigarlo?

Nota al pie 1: En una entrevista con un anciano maestro sufi, el mismo me decía, que la antropología tenía un límite, que no iba poder acceder a los espacios de comprensión profunda de la conciencia a los que se llegaba con la práctica sufí. No pude más que estar de acuerdo: no es el objeto de la antropología llevarnos a la experiencia del conocimiento sufi (por más que eso pueda ocurrir en el proceso del antropólogo, éste no lo va a poder transmitir) sino como dijimos, ampliar el registro del discurso, y de la experiencia humana. Abrirnos a otras formas de saber, para que nos enriquezcamos tod@s. Toda tradición espiritual tiene un límite también, el de su propio marco. Algunas tradiciones espirituales son muy ricas en algunas cosas, pero muy pobres en otras. Por ejemplo imaginen una tradición que tiene un conocimiento profundo de lo trascendente pero niega al cuerpo, privándose del placer, de la sabiduría del mismo, y de otra forma de vivir la espiritualidad, a través de lo somático.  La antropología puede establecer las cabeceras de puente para que haya un enriquecimiento mutuo entre las prácticas y los distintos saberes, llevándonos a lo que Ferrer llama algo así como una fertilización cruzada entre prácticas y saberes transpersonales. 

sábado, 5 de marzo de 2016

Elogio de las crisis de otredad


Imagen: El pionero Evans-Shultes, en el amazonas estudiando con un chamán las plantas enteogénicas

A principio del siglo XX, el etnógrafo alemán Theodor Koch-Grünberg,  (retratado en la película “El abrazo de la serpiente”)  - después de 4 años en el amazonas, alejado de su mujer y de sus hijos, y enfermo, en una época en la que viajar era sólo para viajeros - conoce a un indígena en lo profundo de la selva y prosiguen un viaje juntos, en una relación tensa, y compleja. Ya agotado Theodor Koch-Grünberg, vive conmocionado la crisis que es este encuentro con este Otro,  el indígena, que de forma diferente también está en crisis.

 No sé si Koch-Grünberg pudo llegar a integrarse y aprender de qué trataba ese encuentro con el Otro. Sé que murió en la selva de malaria, pero en otra expedición.

Por su parte, el indígena  (al menos en la película), varias décadas depués, se encuentra con otro científico muy similar a Koch-Grünberg, al punto que parecía  Koch-Grünberg ( se trata de Evans Schultes,  uno de los padres de la etno-botánica), y considera que  Koch-Grünberg volvió a él ( este tipo de creencia es propio del mundo indígena). Pero esta vez, el indígena estaba listo, la crisis que décadas atrás sacudió su mundo, en el encuentro con el primer científico, estaba procesada e integrada en él, y lo ayudó en su viaje a darse cuenta quién era él, qué debía hacer y cuál era su rol en el encuentro con este Otro. Su misión era enseñarle a este hombre blanco,  a soñar (en el sentido de acceder a un mundo de ensoñaciones paralelo a la realidad ordinaria (que ciertos grupos amazónicos consideran más real que ésta) para que pueda sanar y salvarse. Supongo que ya con su gente, su tribu extinguida, creería que  así este etnógrafo mostraría en el mundo de los blancos el valor del conocimiento de estos pueblos, que fue, en definitiva  lo que hizo Evans-Schultes.

Los antropólogos, al menos los que hacen etnografía, tienen su metodología y sus técnicas “científicas” y son sin dudas los científicos que más revisan sus métodos, sus abordajes a su objeto de estudio, y sus construcciones metafísicas.

Pero entre todo ese bagaje  con el que la antropología cuenta y va dejando como legado a las ciencias humanas y a la humanidad, hay una herramienta en particular, que es de especial valor: la crisis de otredad (alteridad u otredad: dícese de todo aquello que es otro).

 "El viento cambia de dirección, las cosas cambian, y la alteridad siempre termina por corroer y desmoronar las más sólidas murallas de la identidad” (Viveiros de Castro, Metafísicas Caníbales, p. 27).

Una  anciana turca decía: “Quieres realmente matar algo, enciérralo en un círculo cerrado y no lo dejes salir” (En conferencia Tedx, dada por la nieta de la anciana).
Ponlo en un círculo cerrado, y no lo dejes salir. Siempre las mismas ideas, las mismas personas, las mismas formas de sentir y de vivir este asunto de estar vivos, o de estar muertos. Las mismas cosmovisiones, ethos y epistemes. Cómo  es posible que ese algo no muera, no pierda su vitalidad, su capacidad de enriquecerse, de  aprender y de acceder a una espiral de enriquecimiento del sentido, del estar y del ser en el mundo.

Los antropólogos y los que vamos camino a serlo, vamos a decirlo, somos un poco exagerados quizás en este punto. Vamos a extremos que no todo el mundo tiene porque ir. Es nuestra vía, es nuestra forma. Solemos  amar la diversidad, la libertad, y las crisis que produce la alteridad. Estos son valores comunes ( sin ánimo de generalizar) de los antropólogos. Así como una preocupación constante, y una tristeza confiesa con el progreso que homogeniza el mundo y va matando no sólo la atmósfera terrestre, sino lo que Wade Davis llama la etnósfera humana del planeta, que sufre una amenaza más grave aún que la ecológica, poniendo en riesgo los saberes de los distintos pueblos, para resolver y abordar diferentes problemas humanos.

De todas maneras, de lo que quiero hablar aquí es del valor de la crisis que se produce en el encuentro con el Otro. Puede ser otro próximo, en mi caso un uruguayo de mi estrato social, ya puede producir rupturas. No es necesario viajar a la India, esta posibilidad está abierta a todo el mundo, sólo tienen que saber que existe para poder practicarla en forma deliberada.

Pero obviamente hay niveles, grados de crisis de otredad, al punto que lo cuantitativo ya es tanto que se vuelve un cambio de estado, un cambio cualitativo. Ya es tanta la diferencia que es otro tipo de crisis de identidad. Un ejemplo de esto es que un uruguayo  estando en Londres, puede hacer asociaciones entre la gente de su país y los ingleses, pero en India se le va a complicar.

Cuando entrás en contacto con Otro, y sucede el encuentro, estás frente a una posible crisis de otredad. El otro, es más otro cuanto más conmociona tu mundo, y cuando tu mundo entra en crisis, cuando entra el desconcierto, todo tu mundo comienza a revolverse, tu brújula empieza a enloquecer, el norte ya no es el norte, y  en el momento no lo podés asimilar.

Esto puede ocurrir de millones de maneras, y en general es muy difícil entender qué está pasando en el momento.  Se suele sentir una conmoción, sea leve o insoportable ¿qué está pasando aquí?  Pensé que eramos amigos, y mirá lo que hace (estás en contacto con un indio que tiene otra concepción de lo que es la amistad).

Y esto no se da a un nivel meramente intelectual, no se trata de un intercambio de ideas, no, conmueve tu ser entero, hay un sacudón, puede ser dulce, puede ser amargo, pero tu estructura vital ha de ser sacudida por el encuentro.

Para los antropólogos, el manejo de estas crisis es una de las herramientas de producción de conocimiento más valiosas y lo llamamos reflexividad, y nos formamos para manejarlas y darles uso.

 Pero aquí lo que más me interesa transmitir es lo que sucede a nivel personal, y las transformaciones y la forma que una vez que se integra la crisis (cuando se llega a un nuevo equilibrio, siempre precario ) tu mundo se vuelve más real, más vasto, más pleno.

Vengo de un viaje a la India de casi dos meses, un peregrinaje por los centros neurálgicos de cuatro de las religiones más importantes del norte de la India: Hinduismo, budismo, sikkismo, y sufismo. No fue un viaje cómodo, en absoluto. El encuentro con los indios en millones de sentidos conmocionó mi mundo. Llegué a mi país de origen hace una semana, pero aún no llegué. Está sólo mi cuerpo, y recién empiezo a sentir el calorcito de mi espíritu que se va apersonando lentamente (disculpen el dualismo).

En la medida que mi ser va aterrizando, de a poco, empiezo a sentir que mis crisis de  otredad de la India, empiezan a cuadrarse, a integrarse, a brindar su don. Y con satisfacción vislumbro que van a cambiar y hacer madurar mi mundo personal por completo, y mi búsqueda e investigación de la espiritualidad y del cuerpo hacia una riqueza mayor.

Allí en India, me sentí como el etnógrafo  Koch-Grünberg, en contacto con el Otro radical, peleándome con él, increpándolo, siendo increpado por él, amándolo, y odiándolo.

Aquí, en la comodidad de mi hogar, las piezas empiezan a bajar, y a ponerse en orden, y la escritura tiene que ver mucho con eso. Un nuevo orden va surgiendo, el círculo se abrió, y se va llenando de color.

Mi vínculo y mi visión  sobre la religión, el mundo interior, y el exterior, sobre lo material y lo espiritual, sobre la felicidad, y la satisfacción, están madurando, y claro no de la forma que imaginaba.

 Entre tantas cosas también se transformó mi imagen sobre las ilusiones, los miedos y las necesidades del oeste,  del este, y del sur. Sobre el mundo, sus peligros, sus miserias, y sus pueblos. Sobre mis raíces, y la forma de vincularme  con ellas, y  por sobre todo, sobre mi lugar en el mundo y por ende mi futuro.

Es que aún no lo sé. La integración de la crisis de un encuentro con el Otro tan intensa, recién está empezando a operar, dando sólo algún indicio de comienzo. Estaré atento a los cambios y a las señales. Siento frente a mis ojos, mis oídos, mi piel, un caleidoscopio de dulces giros que va integrando una nueva imagen, mucho más plena, más madura en felicidad,  libertad, poder y quizás amor, de la que había antes. Y siento la firmeza de poder usar palabras tan grandes sin miedo, sin ningún problema, porque simplemente es así. Pero también voy tomando mayor conciencia de mis debilidades, temores y miserias.

Theodor Koch-Grünberg murió en la selva, no es extraño que los antropólogos mueran en el campo. A veces exageran un poco, quizás, no lo sé.  No puedo hablar por el viaje de Theodor Koch-Grünberg, quién soy yo para eso.  Confieso que admiro su entrega para conocer otros mundos, y escribir y contar la historia de otros pueblos, esa pulsión por integrar a su voz las voces de otros pueblos, de comprender y dar sentido al mundo que lo rodea.

Y lo que sufre más es el estómago. Imaginen, tomar el agua, y comer la comida de esos “otros”, con un estómago que en muchos casos no está preparado.

Sólo cerrar en este elogio de la crisis de la otredad, diciendo que me parece importante también al volver del mundo del otro, que el trauma pueda ser integrado. Occidente ha creado herramientas fantásticas para eso ( por poner  ejemplos aislados, el trabajo de métodos como Emdr, focusing y experiencia somática). No es necesario sufrir, innecesariamente.

Pero en general se integra sólo, pues cómo dice una psiquiatra amiga, el cerebro humano se adapta al trauma de una manera increíble, y lo que queda es sólo la riqueza, la marca en el alma que la vuelve más plena.

¿Y vos que podés hacer con esto? No tengo intenciones de dar consejos a nadie, ni dar cátedra de cómo vivir la vida. Los discursos  de tapa de yogúr de los gurúes de Rishikesh (capital mundial del guruísmo )  me producen un tipo particular de náusea.

Y no quiero hacer de la antropología un método de auto-ayuda, pero si puede aportar algo, bienvenido, me gusta lo que es útil.

Sólo te digo que las crisis de los antropólogos pueden ser tuyas, de hecho ya son tuyas, aunque claro en un grado mucho más tranqui. Pueden ser una hermosa herramienta para enriquecer tu vida.

De hecho están ocurriendo al encontrarte con otro, te guste o no. Pero si sabés que este fenómeno existe, las crisis de otredad, y empezás a usarlas de forma deliberada, podrás ampliar el espacio de tu mundo, abriendo tu círculo.